Las vacunas genéticas contra la covid son peligrosas: El «síndrome de pseudo-covid»

Desde distintas fuentes, se ha indicado que las vacunas genéticas contra la covid pueden dar lugar a efectos secundarios graves que, debido a sus mecanismos patogénicos similares, pueden provocar síntomas como los de la misma enfermedad: La inmunidad frente a los antígenos de la covid que se está estableciendo hace que se formen complejos inmunitarios proinflamatorios y, además, ataca a las propias células del cuerpo, ya sea infectándolas con el virus en sí o solo con sus estructuras genéticas. Así, como consecuencia de la vacuna puede producirse una miocarditis, al igual que al contagiarse de covid. Lo mismo que enfermedades como ictus, trombosis venosa, síndrome de Guillain-Barré o diabetes mellitus, entre otras. Las vacunas con base de proteínas (con antígenos ya preparados) no provocan estos daños. Desde el punto de vista médico, por tanto, una vacuna de base genética sobre un organismo ya previamente inmunizado es una negligencia. ¡El peligro aumenta con cada vacuna de refuerzo!

De acuerdo con el código genérico del ARN o ADN encapsulado, las células de los distintos órganos y tejidos forman antígenos de covid, contra los que la vacuna está destinada a generar inmunidad. Se forman anticuerpos que protegen de la covid-19, pero que, por otro lado, forman cada vez más complejos inmunitarios de antígenos inducidos con cada nueva dosis de refuerzo. Estos provocan inflamaciones, liberan el factor de coagulación X de los tejidos y activan el sistema de coagulación. Además de la estimulación humoral del sistema inmunitario, al mismo tiempo se activan también reacciones inmunitarias celulares (lo que científicos, al parecer, cegados y empresas farmacéuticas celebran como un SALTO CUÁNTICO en cuanto a inmunización genética), ya que estos antígenos de la covid se presentan masivamente y en una densidad alta al sistema inmunitario en la superficie de las células propias del cuerpo, junto con los antígenos HLA de la persona vacunada. De este modo se genera una cantidad excesiva de linfocitos T citotóxicos específicos que, sucesivamente, destruyen innumerables células propias del cuerpo sin sentido alguno, como si de verdad se hubieran infectado de covid. Debido a estas reacciones inmunitarias humorales y celulares, la vacuna genética provoca con frecuencia efectos secundarios graves cuya sintomatología se asemeja a la de un contagio real de covid: un «síndrome de pseudo-COVID». Esta es probablemente la causa principal de muchos efectos secundarios graves y, a veces, mortales de las vacunas genéticas. Informan acerca de un «Síndrome inflamatorio multisistémico posterior a la vacuna contra la covid-19», entre otras, Kathrin Gießelmann y Mirjam Martin en la Revista Alemana de Medicina, edición 119, cuaderno 19, 13 de mayo de 2022.

Las autoridades responsables de la aprobación parcial de las vacunas genéticas admiten que se han producido efectos secundarios graves en el 0,02% de estas inmunizaciones. Tan solo los casos (reconocidos) de pericarditis y miocarditis grave descritos por el Paul-Ehrlich-Institut, de más de 50 entre dos millones de vacunas a hombres menores de 30 años, una de cada 40.000, serían motivo suficiente para retirar las vacunas genéticas que las provocan de la circulación de inmediato… ¡Si las cosas se hicieran correctamente! Y eso que hay alternativas razonables y que no provocan daños.

Los médicos practicantes consideran que las cifras de las autoridades son muy inferiores a las reales, prácticamente todos ven daños de este tipo con cada vez más frecuencia. Quienes informar de otra cosa son destituidos o suspendidos de sus funciones, actualmente la situación es como la de China y Rusia. Pero incluso un 0,02% de efectos secundarios peligrosos sería demasiado: ¡una de cada 5.000 vacunas! En Alemania, por tanto, el Estado y sus imposiciones han causado al menos 16.000 víctimas de esta medida forzosa: ¡una catástrofe ignorada por sus responsables! En comparación, en las hasta ahora 60.000 administraciones (legales) de la LubecaVax, como era de esperar, no se ha dado ni un solo caso.

Los daños resultantes de las vacunas son silenciados de oficio deliberadamente. Quizás para evitar que se divulgue esta negligencia de las autoridades debido a la cual ya han perdido la vida miles de personas en el mundo, o quizás para negar a quienes han quedado inválidos por la vacuna y a los familiares de los fallecidos por estas su derecho a una indemnización conforme a la Ley federal de asistencia (apartado 60 de la Ley de protección contra infecciones). El director del departamento de Patología de la Universidad de Heidelberg, el Prof. Peter Schirmacher, observa al respecto: «En nuestros estudios, los fallecimientos sorprendentes y repentinos después de la vacuna tienen correlación directa con esta en un 30%». Es de suponer que, al no realizarse autopsia, la mayoría de estos casos no son reconocidos.

Según el informe de Heidelberg, el 90% de los afectados fueron encontrados muertos en casa. «Normalmente, a estos fallecidos no se les hace la autopsia porque no son pacientes, mueren sin el contacto de un médico y no hay culpa ajena», afirma Schirmacher. Por este motivo, el patólogo sospecha que en Alemania se están registrando muchísimos menos casos de los que son en realidad. Se centra en las miocarditis resultantes en fallecimientos. Tres cuartas partes de los fallecidos en el contexto de las vacunas son hombres. En casi una cuarta parte de las autopsias realizadas, la muerte se produjo en un plazo de tres días a partir de la vacuna; en más de una cuarta parte, en los 14 días sucesivos y en casi la mitad, pasadas dos semanas.

Para la entidad responsable, el Paul-Ehrlich-Institut, esta alarma procedente de Heidelberg no es «ninguna señal de riesgo». En el informe de seguridad (hasta finales de 2021), el instituto registra un total de 2.255 casos sospechosos de haber presentado efectos secundarios mortales, de los cuales 1.671 con la vacuna de Biontech, que «puede dar lugar a miocarditis en casos muy raros». Si se registraran debidamente todas estas vacunas con resultado mortal, probablemente se ascendería a al menos veinte fallecimientos por cada millón de vacunas genéticas. ¡Incluso una décima parte de estos serían demasiados! Al menos, ahora las autoridades alemanas recomiendan a quienes se vacunan evitar los esfuerzos físicos en las primeras tres semanas después de recibir la vacuna genética. Al menos, en las lápidas de los muertos por las vacunas se podrá escribir que la vacuna utilizada del Paul-Ehrlich-Institut estaba parcialmente autorizada. Seguro que sirve de consuelo.

Insistir en estas peligrosas vacunas genéticas no está justificado y, a los ojos de algunos, es un delito, ya que hay alternativas demostradas que no provocan daños. Nadie debería ser obligado a exponerse a este ataque contra su propia salud. En su lugar, las autoridades deben garantizar sin demora que se empleen vacunas como la LubecaVax, cuyo principio probado puede ser reconocido como inocuo por cualquier experto de verdad; la vacuna LubecaVax debería ser aprobada de inmediato, al menos, para usos de emergencia limitados (hoy en día, las vacunas genéticas tampoco pueden ofrecer mucho más). El experimento global con terapias genéticas ya les ha costado la vida o la salud a muchas personas.

En esta democracia con base ideológica de nuestros tiempos, el Estado reprime a los «rebeldes» que no quieren participar en este juego, según un patrón ya habitual en Alemania. Los jueces que dictan sentencias no deseadas reciben denuncias e inspecciones en sus domicilios, al igual que los científicos y todas las demás personas que no están de acuerdo con el experimento global de realizar una peligrosa campaña de vacunación a gran escala. A los médicos se les amenaza con quitarles su licencia si hacen uso de su derecho fundamental y constitucional de elaborar una vacuna por cuenta propia en el marco de la libertad de tratamiento y administrarla de forma individual a sus propios pacientes. Como en todas partes, el Estado se inmiscuye en nuestros asuntos más de lo que debe e intenta coartar nuestra libertad con nuevas disposiciones y normas inventadas. Se excluye y criminaliza a quienes no están dispuestos a dejarse tutelar por unas autoridades a las que le faltan competencias, así como a quienes expresan una opinión diferente. Algunos lo llaman el «fascismo de las vacunas».

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